DE MI POEMARIO: "DEJOS DE TUS LAMENTOS" (2008)
RÉQUIEM
DE LOS DÍAS SABÁTICOS
Desde
que bebiste del leteo, el sexto día se suicida en su trágico
recordatorio moribundo.
Parece ya no responder desde el
suburbio.
Muerte sabática arrolla mi mente, y de
la rima perfecta, aquella; ya solo escucho un silencioso réquiem.
Las horas se alargan, se espesan, se
enciman.
Atacan cuan peligrosas víboras sobre los recortes de alegrías. Vagantes
sombras que deleitan ironía.
Un impacto me despierta. Para que
hacerlo, hoy no será mi día; prefiero caer en el mundo de las maravillas y ausentarme
un rato mas, de el de las pesadillas; en instantes llegará, como la suave
brisa, reflejo de mi mucha emoción, revivirá con su toque hasta el ultimo deseo
lejano, dejándome paladear todo cuanto se pasee por mi lado, alargando mi
aliento tras su consuelo cercano.
Que falta tan inexplicable el
desvelado insistente, entusiasmado. El despertar mañanero, al cual sin gracia
enfadosa fielmente en ese momento debido al magno especial motivo me fui
acostumbrando.
Hoy
bendita costumbre inmensa me
hiere y me acaba tanto….
Día sagrado, hasta por los santos,
llorado, por mí venerado, y de mi rezo, en espera, el más implorado. Desde mi
santuario las llamas flamean mi tristeza con devoción, buscan el pacifico
destello de tu andar, recogiendo las penas que lanzas al caminar, y
entregándomelas para humedecerlas, y
colocarlas en mi altar; se llena de mi, y resplandecen, danzan con la luz, y se
marchan, de vuelta a su proceder, curan tus
heridas, y tus lamentos hacen ceder.
Día
sacrílego, que lleva mi pobre
esperanza al sacrificadero, y de no ser por tu
renglón, composición poética de mi ilusión; me rendiría ante su mano
asesina, que me envuelve en una capa de
espinas y como corona sarcásticamente me
coloca en diamantes de cristal tu vida,
con ella, me hace arrastrarme en la mía sin mayor remedio que el suplicar.
Muerte
sabática, me hunde en la miseria infinita, y degradante; quien me mantiene en pie, ignora mi suerte vacilante. De
seis días compongo mi semana tediosa y desdichada, al llegar al quinto, da un
salto cuan olimpiada, y llega directo al séptimo día en el que nací; a quien
engaño, es el sexto el que me retiene aquí, con sus pro y sus muchos contras,
apaciguan mi existir.
En mi lecho aun puedo presentir tu
liberal olor a querubín; mientras ahora me arrulla el réquiem que compusiste
desde aquel sexto día para mi.
NATALY DUARTE.
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